Los olivos son los primeros árboles que cultivan los aficionados al bonsái
Casi dos de cada tres personas que han continuado en el mundo del bonsái, y que hoy en día son maestros aventajados han empezado por cultivar olivos. Los olivos son de los árboles más fáciles de enraizar, son resistentes y muy fuertes. Al principio, los errores de cultivo de los bonsái son casi inevitables. Pero los olivos tienen tantas ganas de vivir que son capaces de remontar los errores que matarían árboles de otras especies. En efecto, las coníferas cuando las cultivamos mal, parece que están bien y de golpe se secan. ¡Vaya, ya es demasiado tarde!. Pero los olivos vuelven a brotar, y aunque pierdan algunas ramas nos dan tiempo a aprender lo que hemos hecho mal.
Los olivos no son solo “bonsáis de principiantes”. Con sus formas impredecibles, su madera seca, con el brillo de sus hojas pequeñas, son capaces de crecer durante muchos años en una maceta de bonsái, y llegar a ser los mejores bonsáis del mundo. Incluso si no están cuidados a la perfección, los olivos se adaptan a casi todo, y son capaces de resistir incluso riegos demasiado frecuentes, o demasiado escasos, siempre que se mantenga el mismo ritmo de cultivo.
La madera seca de los olivos es espectacular. Bien trabajada y limpia, dura muchos años, incluso sin añadir productos conservantes. Esta madera seca es preciosa, ya que en la naturaleza, en condiciones difíciles, los olivos crecen muy lentamente, lo que ocasiona que su madera sea muy prieta y dura. Incluso cuando los cultivamos en macetas o en el campo, su madera sigue poseyendo un carácter especial. Es verdad, las formas de los olivos no son tan retorcidas como las de las sabinas. Pero en cambio su impresión de robustez y durabilidad es casi inigualable.
Son grandes compañeros de los bonsaístas. Con los años los olivos entablan una relación con sus cultivadores que es extrañamente familiar, inexplicable. Nadie lo confesará, pero esta es una de las causas que hacen que continuemos cultivando bonsáis. Todos los aficionados veteranos saben de que hablamos. En cambio, los olivos pueden formarse muy aprisa, mucho más de lo que parece.
Antiguamente, en el principio de su cultivo como bonsáis, se decía que los olivos eran “muy lentos”. Pero esto era consecuencia de no cultivarlos bien. Con las técnicas adecuadas, de podas, aclarados y pinzados en verde, los olivos se forman con una rapidez inaudita. Increíble para los que no saben entenderlos.
Hemos publicado una gran cantidad de artículos, libros e incluso revistas sobre los olivos, en los que detallamos a fondo estas técnicas. Pero en realidad, aunque creamos saber como trabajar, lo más importante es saber escuchar a nuestros árboles. Los olivos nos indican con el brillo y color de sus hojas si están contentos. Con la fuerza de su brotación, nos dicen si las raíces están en buen estado. A veces algunos pequeños insectos se alimentan de las puntas de sus brotes. Pero son tan evidentes, que es casi imposible que nos pasen inadvertidos. En cambio, a veces, alguna cochinilla se esconde entre sus ramas, y está tan bien camuflada que solo la descubrimos por su tizne. Durante miles de años, los olivos han convivido con estas plagas, y han aprendido a sobrevivirlas.
Cuando vemos los olivos milenarios de nuestros campos, nos quedamos asombrados de sus formas y de su fuerza. Y no podemos dejar de imaginar todos los campesinos que los han cultivado. ¿Cómo irían vestidos esta gente? ¿Cual sería su lengua?.
Poco a poco, todos han ido desapareciendo, pero los viejos olivos guardan entre sus ramas el recuerdo y las formas de la gente que creía ser sus dueños. Quizás es una forma de compartir generosamente su casi inmortalidad.
Ahora les quiero explicar una cosa particular.
Desde hace muchos años, más de 30, he trabajado en Mistral Bonsai, y cada día veo innumerables árboles preciosos. Tengo por norma no comprar árboles en mi trabajo. Pero cada vez que veo un árbol interesante, que estoy a punto de comprar, siempre es un olivo.
No puedo evitarlo.
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Sobre el autor
Josep Maria Miquel
Josep Maria Miquel se adentró al mundo del bonsái en 1984. Ha trabajado con el señor Takeo Kawabe, en el proyecto "Shinpaku". También destaca su trabajo con Thierry Font en los proyectos "Mates" y "Sabinas", referentes en el mundo del bonsái. Director de la revista Bonsái Pasión y France Bonsaï, mayoritariamente ha dedicado su carrera a diseñar la producción en Mistral Bonsai. En 2011 recibió el premio "Prix Européen d'art bonsaï" en Mónaco, siendo considerado el mejor profesional en Europa.
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